São Paulo, 14 de enero de 2021
Querido Dalton:
Espero que este mensaje te encuentre en paz, aunque este nuevo año tenga tal vez más sabor a luto que a renovación. Te escribo para hablar contigo del presente, de este momento en el que quiero desear fuerza a todos los que amo, al mismo tiempo en que siento que parece injusto exigir a quienes sufren, siempre más y más fuerza.
Te escribo para preguntarte sobre la vulnerabilidad.
Nosotros, que tenemos un presidente que se presenta como una versión histriónica, delirante y patética de esa idea de fuerza, sabemos bien cómo el imaginario de la fuerza fálica proyecta mitos heroicos que legitiman privilegios de género y raza, al tiempo que dan un aire de progreso a la continuidad de la violencia colonial. Sabemos, por lo tanto, cuan necesario es desmontar esos mitos y ejercitar otras posibilidades de potencia, tal vez iniciando por la fuerza generadora que nace en quien se percibe vulnerable a los temblores del mundo.
Desde la primera vez que hablamos, en algún momento de 2011, lo que más me impactó de tu trabajo y el modo de presentarlo fue lo que me pareció ser tu cultivo de la vulnerabilidad como condición, de la cual pueden germinar formas de potencia muy distintas al modelo de fuerza masculino, patriarcal, belicoso e impermeable que aún hoy se impone sobre nuestras vidas y cuerpos.
Recuerdo cuando me mostraste el registro de la obra São as cadeiras que andam, que habías realizado en 2009. Eran decenas de botas de combate de cuero negro desarmadas y dispuestas en el suelo, donde fueron yuxtapuestas y cosidas hasta formar un círculo de topografía irregular. Entonces, sobre esta piel de animal que fue arrancada, curtida, teñida, recortada, cosida, descosida, recompuesta y nuevamente cosida, dibujaste con unas cuantas líneas blancas, la figura esquemática de una silla de ruedas.
Al día de hoy siento nostalgia de ver en vivo esa obra, que sinceramente solo conozco a través de fotografías. Sabiendo un poco de tu cotidianidad de aquella época, en la que dividías tu tiempo entre trabajar como bombero y estudiar en la Facultad de Bellas Artes de la UFG, es posible adivinar que esas botas de combate también pertenecían a bomberos, que se asocia a una simbología un tanto diferente de aquella de sus colegas uniformados –arquetipos viriles del monopolio de la violencia a través del Estado–, pero no tan diferente como para atenuar el significado general del gesto artístico realizado. Deshiciste la armadura para crear un suelo, y sobre ese suelo pintas una silla de ruedas como esas en las que se sientan algunas de tus representaciones ennegrecidas y espejadas de San Cosme y San Damián.
Con el pasar de los años vi otras sillas, redes y apoyos que emergieron en tu trabajo al mismo tiempo en que profundizabas y hacías explícito tu interés por religiosidades de raíces afro-brasileñas y las historias de diáspora originadas en aquel continente. Tu pintura multiplicó sus soportes, se alimentó de viajes, investigaciones y residencias artísticas. Ha cambiado mucho, sin embargo sigo creyendo que en tu trabajo existe algo con lo cual aprender sobre la vulnerabilidad.
No se trata, y es importante decirlo, de romantizar la precariedad de la vida experimentada por muchos grupos vulnerabilizados por la necropolítica vigente; sino más bien de la acogida, del fortalecimiento de lo que sucede cuando se es afectado por el mundo y por lo que está más allá del mundo. La vulnerabilidad que es necesaria para dejarse atravesar por energías y los saberes que no se dominan, para vendar los ojos, recoger los pies del suelo, cruzar océanos, quitarse la camisa, aceptar regalos, caminar solo por calles desconocidas. La vulnerabilidad del temblor, también reconocida como la vivacidad del amor.
Existe un camino lógico y recurrente en la interpretación de retratos de personas negras hechos por artistas negros. Teniendo en cuenta la perspectiva colonizadora, violenta, exotizante y, muchas veces, abiertamente racista de las representaciones de los negros hecha por los blancos a lo largo de los siglos, tendemos a suponer que la representación desde dentro del grupo étnico en cuestión traerá otra perspectiva de los retratados. Muchas veces eso es verdad, y no veo por qué no decir lo mismo de tu obra, Dalton, especialmente cuando reconstruyes la imagen de importantes mujeres y hombres negros de la historia brasileña, como João Cândido, Esperança Rita y Chica da Silva. Sin embargo, si me permites decirlo, siento que tu gesto también muestra una alternativa al modo en que construimos la historia. Intuyo que cuando eliges rehacer una imagen de estas personas, estás haciendo una especie de monumento –algo que contiene un recuerdo– sin embargo no es como los monumentos autoritarios e idealizantes de la tradición eurocéntrica, demasiado creyentes en la propuesta del modelo patriarcal de la fuerza, en el cual la historia debe ser escrita por los vencedores.
En ese modelo colonial, las narrativas se concentran en torno a figuras heróicas fálicas, que son infalibles e impenetrables en sus biografías idealizadas y permanentemente homenajeadas a través de pesados monumentos de bronce y hierro. Pero, ¿habrá alguna manera de perpetuar un recuerdo manteniéndolo poroso al pulso de la vida del presente, y fabulatorio de deseos y futuros, que aún están incompletos? Yo encuentro que eso es lo que estás haciendo. Eso probablemente se fortalece con la economía de intercambio de rasgos que creas al hacer de cada retrato un doble retrato: del personaje histórico y del ciudadano quilombola, y también con tu relación tan íntima con el repertorio de las fotopinturas, esta imbricación híbrida de técnica y ensueño, tradición y modernización, invención y mímesis.
Tal vez ya he escrito demasiado. Quería levantar estas hipótesis para que, en relación a ellas, puedas escribir sobre aspectos de tu trabajo poco discutidos. Me gustaría oír de ti sobre la vulnerabilidad como condición cultivada y sobre el papel que imaginas que puede tener hoy. Me gustaría oír de ti sobre la fotopintura y sobre el retrato doble que has experimentado. Me gustaría oír de ti sobre lo que te ha hecho temblar y amar.
Un fuerte abrazo,
Paulo
Goiânia, 18 de febrero de 2021
¡Salve, súper Paulo! ¡Qué satisfacción!
Espero que tú también estés bien y con energías de resistencia en relación a todos los desafíos presentes y venideros.
Qué sorpresa para mí, que recuerdes el trabajo hecho con las botas, una fase tan importante en la cual algunas elecciones empezaron a afinarse: el inicio del trabajo como artista, la profesión de bombero y muchos sueños por delante. Resolver estética y poéticamente cada obra era una tarea ardua –no es que hoy no lo sea–, sin embargo en ese período, el esfuerzo y la poca experiencia convirtieron la tarea en algo doloroso.
El desafío de mantenerme financieramente y la experiencia de un joven artista en la carrera militar me hizo intentar negociar, al máximo posible, “para que las cosas corrieran bien”. Siempre hablé de mi trabajo artístico con mis colegas y cuando encontraba la oportunidad de usar algún material nuevo dentro de ese contexto, la aprovechaba. El trabajo de las botas fue una de esas situaciones.
Lo doble ya estaba presente en São Cosme y São Damião, los santos médicos, y la curia hacía un contrapunto a todo lo que, históricamente, el militarismo representa. En este sentido, las botas fueron deslocalizadas y sacadas de su función principal, que es la de servir al caminar para señalar los obstáculos y las decisiones que implican el derecho de ir y venir (¿A dónde quiero ir? ¿A dónde puedo ir? ¿A dónde debo ir?); deslocaliza también uno de sus significados, que es la alusión a la autoridad, ya que se trata de un tipo de calzado utilizado por dioses, semidioses y héroes legendarios, y hoy se configura como un ícono militar –representación de coerción y seguridad–, sin embargo también puede asumir un carácter transgresor entre los jóvenes, por ejemplo.
En mi trabajo artístico hay un modo de operar cercano al juego, en el que las acciones y los gestos buscan deslocalizar lo otro hacia un lugar que yo deseo, un lugar menos tenso, en el que tengamos las condiciones y espacio para la reflexión y la discusión, situación cada vez más rara en la contemporaneidad, en la cual se viene instalando un cuadro de ideas y verdades preconcebidas. La propuesta es perforar muros, y las herramientas que utilizo para hacerlo provienen del universo afro-brasileño. El tiempo es importantísimo en este proceso: tiempo pausado, tiempo de convivencia, tiempo de iniciación, el tiempo responde a todo. Con el tiempo se aprende a caminar con solidez. Luego es preciso tener paciencia, respetar el momento de las cosas; es como una cacería, hay una forma para todo: la forma de vestir para protegerse de los peligros del bosque, la manera de caminar para no espantar la caza, y la sabiduría de aprender los secretos del bosque para llegar a los lugares correctos.
Esta vulnerabilidad de la que hablas tiene bastante relación con la danza y la música negra, elementos que aportan al cuerpo otras condiciones de estar y otras sintonías para que pueda conectarse con otras cosmovisiones, otras posibilidades contenidas en la diversidad que constituye nuestra nación.
Sobre la fotopintura, me encanta la fuerza y la proporción que tomó en la cultura brasileña y los sentidos que se le atribuyen, como memorias familiares, situaciones de objetos como exvotos, devoción religiosa; todo conteniendo una dimensión poderosamente afectiva.
De esa forma uso la fotopintura para proponer y reflejar el protagonismo de las personas negras, utilizando como soporte libros de enciclopedias, que simbolizan el conocimiento eurocéntrico y erudito. Me interesa la posibilidad de edición que la fotopintura permite, para así proponer una revisión de los estigmas relacionados al cuerpo negro y los lugares que generalmente se espera que ocupe. En ese sentido, el libro como un símbolo del conocimiento opera en la construcción de imágenes más plurales de estos cuerpos.
El retrato doble es una continuación de la investigación de la fotopintura, después de una propuesta de Adriano Pedrosa de que hiciera retratos de Zeferina y João de Deus para la exposición Histórias Afro-Atlânticas, comisionados por MASP.
La propuesta es crear un rostro para estos importantes personajes históricos negros de los cuales no se tienen imágenes (foto o pintura); de quienes se sabe muy poco, puesto que han sido silenciados por la historiografía oficial. En esos dos primeros retratos utilicé fotografías históricas y modifiqué algunos aspectos, teniendo como principio la idea de dignidad. Ya para los demás retratos, la idea surgió de un diálogo con Fátima Barros, líder del Quilombo Ilha São Vicente, localizado en la región de Bico do Papagaio, en el municipio de Araguatins-TO. Cuando discutimos cómo podría dar una contrapartida a mi visita al quilombo, ella me pidió que hiciera retratos de los ancianos que ya habían partido, utilizando como base los rostros de los más jóvenes, la descripción de la fisionomía de esos ancianos y el retrato hablado.
Estaba ahí mi metodología de trabajo, exactamente lo que entiendo por ancestralidad. Con ojos y oídos atentos, el camino se devela y se construye a partir de diferentes formas de saber, de intercambio. Por eso, creo que cuanto más se sabe y más se usa ese conocimiento, un conocimiento capaz de generar respeto por los demás, más podemos convertirnos en mejores personas, conviviendo con las diferencias que existen en nuestra nación.
Estamos pasando por un desmonte de escuelas, universidades, de instituciones como ministerios, departamentos de educación y de cultura y, en principalmente, las ciencias humanas, áreas fundamentales para entender nuestra forma de ser y estar en el mundo, pero que están siendo recortadas del currículo escolar y amenazadas por una perspectiva unilateral, en la que sólo resuena una voz que, por cierto, es bastante autoritaria y violenta. No creo que esta forma de dirigir un país nos lleve a algún lugar. Por eso, reitero que apuesto todas mis fichas a la educación, a los saberes populares, a las estrategias cotidianas, a la capacidad de dar vuelta, de fabular, de inventar otros caminos.
Un abrazo del tamaño de un planeta,
Dalton
Texto publicado originalmente en presente, abril 2021. Traducción de Yina Jiménez Suriel
presente es una publicación cuatrimestral creada por Anna Maria Maiolino y Paulo Miyada. Compuesta de correspondencias y otros textos realizados entre dos o más personas, con un campo de acción en las artes visuales en Brasil, y ocasionalmente otros lugares.
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