Por Raquel Paiewonsky
Desde hace décadas los artistas dominicanos soñamos con la posibilidad de contar con un Ministerio de Cultura funcional que provea el apoyo necesario para que las artes visuales del país puedan desarrollarse de manera integral. Desafortunadamente hemos estado muy lejos de esa realidad. Nuestro ministerio se ha quedado suspendido en el tiempo y su falta de visión, acción y actualidad ha sumido a estas en una especie de limbo atemporal. Queremos un ministerio que demuestre a través de un esfuerzo común, un trabajo vasto y constante, que el arte es importante y vital para todos.
Desde marzo vivimos en una situación sin precedentes en todo el mundo. Todos hemos estado al borde de la locura entre el aislamiento, la neurosis y el miedo. ¿Qué nos ha salvado? ¡El arte! ¿Cómo hubiéramos podido sobrevivir este momento tan desafiante de nuestra existencia sin música? ¿Sin libros? ¿Sin imágenes? ¿Sin cine? El arte es fundamental para el desarrollo, el pensamiento, la reflexión crítica y la comprensión de la vida misma.
Los artistas necesitamos una plataforma de apoyo que viabilice asuntos fundamentales para el desarrollo de nuestras prácticas. Hace décadas que venimos conversando y organizando ideas en torno a nuestras necesidades y las grandes carencias con las que hemos aprendido a subsistir cotidianamente. El resultado de estos vacíos es una comunidad que cojea, que trabaja a medias y que con el tiempo comienza a perder la esperanza de su propio proceso.
Para que el arte pueda existir y perdurar se requiere un fuerte engranaje de elementos inherentes a las prácticas y los procesos culturales. Se necesitan acciones y condiciones constantes que sostengan el delicado balance que caracteriza a una colectividad que no resulta prioridad para la mayoría.
A continuación comparto lo observado desde mi perspectiva como trabajadora del circuito del arte por casi treinta años y que ilustra además la experiencia de muchos otros artistas que me anteceden.
En primer lugar, necesitamos Investigación y organización de nuestra historia del arte. Desconocer nuestro pasado o sólo conocer partes de él nos deja grandes lagunas. Esto tiene un impacto en nuestra percepción e identidad. Además privamos a la población de su propia historia, así como limitamos la posibilidad de que investigadores y curadores conozcan, incluyan y estudien el arte dominicano.
La creación de publicaciones serias sobre el arte actual en República Dominicana. Debemos fomentar la investigación y el conocimiento teórico que acompañan las prácticas artísticas y sus procesos. Es importante documentar la contemporaneidad en República Dominicana organizadamente, con publicaciones que estudien a profundidad y con respeto la experiencia actual de los trabajadores del arte.
Plataformas virtuales actualizadas sobre los artistas y proyectos de arte desde nuestro contexto nacional y regional donde investigadores de todo el mundo puedan acercarse y no decir que no encuentran suficiente información sobre arte dominicano. Donde las nuevas generaciones se nutran, donde podamos existir y continuamente reinventarnos a través de nuevos proyectos. Necesitamos que ese espacio de referencia sea una especie de mapa de nuestro quehacer a partir de nuestro contexto.
Fondos e incentivos para la creación mas allá de los premios bienales. No se necesita de grandes presupuestos para apoyar proyectos de arte. Los artistas nos vemos obligados a producir sin contar con fondos ni garantías para cubrir gastos. Esto pone un alto nivel de presión para la comercialización de la obra, a veces comprometiendo el verdadero proceso.
Presupuesto y estrategias para viajes a bienales y exposiciones internacionales que den visibilidad al arte dominicano. Los artistas dominicanos respondemos a invitaciones internacionales con nuestros propios recursos o ayudas del sector privado. La relación casi inexistente a este punto con bienales internacionales se ha ido deteriorando por la falta de gestión y vínculos sostenidos de nuestras autoridades con dichas entidades. Es muy desafortunado que artistas dominicanos no hayan podido asistir a la presentación de su propia obra en la Bienal de Venecia por falta de apoyo. ¡Esto es básicamente lo mismo que no responder a una invitación a las olimpiadas por falta de recursos o interés del Ministerio de Deportes!
Políticas que faciliten la entrada y salida de obras que viajan a exhibiciones internacionales. Han sido muchas las veces en que los artistas nos vemos obligados a pagar impuestos y penalidades de almacenamiento por recibir nuestra propia obra de vuelta, luego de representar a nuestro país en el extranjero.
Programas que nos vinculen con nuestra región. Vivimos de espalda al Caribe. Estamos rodeados de otras islas que comparten nuestra geografía e historia, que igual que nosotros han perdido sus poblaciones indígenas para ser colonizadas. Con este archipiélago compartimos una diversidad geopolítica única. ¿Qué mejor laboratorio para crecer y profundizar en nuestras prácticas que abrir el diálogo cultural con estas islas vecinas?
Una escuela de Bellas Artes que responda a las necesidades actuales y no a una idea del arte que dejó de ser efectiva hace más de dos siglos. Los artistas respondemos al pensamiento y experiencias presentes en el contexto en que vivimos. El arte no es la idea de belleza preconcebida que nos enseñaron, es la belleza que encontramos al conectar con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Fomentar el acercamiento a nuestras prácticas ancestrales, redescubrir la cerámica, el textil, el grabado, etc. Esto nos permitirá conectar con nuestra historia, con nuestra tierra y sus posibilidades naturales, con nuevas fuentes de inspiración y materialidad para la creación. Además nos permitirá apoyar y vincularnos con la producción artesanal del país.
Vincularnos con otras disciplinas. Los artistas no somos entes aislados, necesitamos nutrirnos del diálogo con nuestro entorno. Es importante fomentar el intercambio con otras áreas del pensamiento y la creación como son la sociología, la arquitectura, el diseño y la literatura, entre muchos otros.
Diálogos formales e informales. Es importante hablar de arte, cuidar la cultura y entender la importancia intangible que tiene para la construcción de una nación. Hablar y mirar arte en las escuelas, centros educativos, lugares de trabajo, espacios públicos y, como consecuencia, en nuestros propios hogares, puede comenzar a construir un alfabeto visual crucial para nuestra relación y comprensión del arte.
Garantías de que nuestro patrimonio tenga los niveles de conservación necesarios. Que la colección del Museo de Arte Moderno no sólo esté protegida sino que sea un agente articulador de nuestra historia del arte. Que la misma se siga construyendo con obras cruciales de artistas nacionales, que por el hecho de no haber sido premios en alguna bienal estén deteriorándose en sus talleres. Un patrimonio no se construye sólo con premios, se construye con criterio y conocimiento.
Un ministerio que fomente el coleccionismo y eduque a la comunidad a través de sus instituciones. Sin coleccionismo el trabajo de los artistas es muy difícil. Tenemos la idea de que coleccionar requiere un enorme poder adquisitivo pero la práctica ha demostrado que algunas de las más interesantes colecciones del mundo se han formado con recursos limitados, y fueron el resultado de una real interacción con los artistas así como un apoyo sistemático a sus prácticas y proyectos. Necesitamos leyes que incentiven el coleccionismo, y diálogos que abran posibilidades de apoyo y mecenazgo más allá del interés puramente económico.
También queremos una comunidad que vibre con el arte, que se conecte con la cultura, que acuda y se involucre con los procesos culturales. Esto solo se logra a través de programas educativos y de proyectos de arte horizontales e incluyentes.
Finalmente, debemos reconceptualizar la bienal, que esta sea un espacio que nos represente, que esté viva y que sea un termómetro del pensamiento y de las prácticas artísticas actuales. La Bienal Nacional no se celebra desde el año 2015. La reciente remodelación de la infraestructura del MAM fue la excusa aparente para detener la vida cultural por cinco años sin explicación oficial. El arte y las bienales no están sujetas ni atadas al espacio museo. Son espacios vivos, relacionales y deben vincularse a las comunidades en sus múltiples contextos.
Nuestra bienal hace tiempo que no responde a la realidad de la comunidad que representa. Es una bienal obsoleta, con una visión del arte de otras épocas, cuando las categorías formales de las obras eran relevantes. Además, los criterios de relación que la rigen perpetúan patrones limitantes, que generan división y dinámicas absurdas o estériles.
¿Por qué no considerar una bienal que se enfoque en apoyar el desarrollo de proyectos completos, que contemple los procesos creativos, la investigación, el intercambio con la sociedad y la diseminación de los aprendizajes que esta genere en múltiples formatos? Esto en lugar de un concurso arbitrario que crea inconformidad, que fragmenta a la comunidad artística y que sus resultados se quedan en un catálogo de imágenes.
El MAM, a mi manera de entenderlo debe ser un espacio mental y espiritual, una forma de vida para la ciudadanía, una plataforma para crear y gestionar.
Sabemos que administrar cultura en nuestro país tiene muchos retos, que los recursos son ‘escasos’ y que siempre hay algo mas urgente e importante. Debemos repensar nuestros ministerios y sus dinámicas e intereses. ¿Queremos que la sensibilidad al arte y la cultura emane de un lugar hegemónico? ¿Un lugar donde el poder está centralizado y las agendas siempre vienen de arriba? La horizontalidad en la gestión de las artes es vital. El trabajo en equipo, la creatividad y la capacidad de asumir responsabilidades en cada área de trabajo son cruciales para su efectividad.
¿Qué cambio de paradigmas queremos para la administración de las artes? ¿Cómo superar la eterna y absoluta burocracia hasta para la compra de material gastable en los museos? ¿Cómo podemos poner en marcha un ministerio productivo, eficiente que sepa fluir con el lenguaje del arte y de nuestro tiempo? ¿Cómo podemos lograr que nuestro ministerio nos represente, que diga públicamente que el arte es maravilloso porque lo cree? Que decida apoyar lo que verdaderamente vale la pena porque lo entiende y respeta –¡aunque no salga en la foto, aunque no genere ganancias a corto plazo y aunque no se vista de gala!.
Todos necesitamos el arte para vivir. En momentos críticos como el que vivimos, nos enfrentamos a lo que verdaderamente importa, a lo que amamos, a lo que nos da calidad y acaricia nuestra alma. Tenemos ahora la oportunidad de reconstruirnos como país a muchos niveles. ¡Ojalá que el arte en todas sus manifestaciones pueda servir de agente catalizador de una nueva consciencia, una nueva sensibilidad y una esperanza renovada!
Raquel Paiewonsky es artista visual dominicana, quien desarrolla su obra en pintura, escultura, instalación y fotografía, principalmente. Ha participado en numerosas exposiciones, residencias, concursos y bienales, tanto nacionales como internacionales, como son la Bienal de Venecia en el 2009, y junto al colectivo Quintapata en el 2013, la residencia artística Kunstlerhaus Bethanien, Alemania en el 2015. Fue galardonada en el Concurso Eduardo León Jimenes en el 2006, 2008 y 2012, así como en la XX y XXII Bienal Nacional de Artes Visuales de Santo Domingo.